Esta serie de dibujos en carboncillo responde a una manera distinta de sentir y mirar nuestro entorno; un entorno que creemos nuestro, moldeado según nuestras necesidades y locura, pero que se vuelve un sistema en sí, con vida y estética propias. Un caos imponente y bello. El dibujo –y más específicamente el carboncillo- resultó ser el alma de esta estética urbana. El uso del carboncillo implica hacer, implica reconstruir. No se trata de hiperrealismo frío, cuya alma es una fotografía. Se trata de revivir un momento y de entenderlo. Ese momento en que el caos -agresivo y estéril- nos revela su belleza oculta.
I.R